10 de febrero de 2023

La Libertad del historiador

A medida que pasa el tiempo y he podido ser testigo de la trayectoria y del trabajo de algunas personas que se llaman historiadores, ya sea por haber tenido este tipo de formación universitaria o por simple afición a esta ciencia, me convenzo cada día más de la importancia y necesidad que tiene el estudio de la historia dentro de la Libertad. Los años me han ido demostrando que los pasos dados por muchos historiadores han estado y están condicionados por factores de tipo social, económico y político y, aunque pretendan mostrar su obra como estrictamente científica, son muy escasos aquellos que estudian la historia desde una posición neutral y sin condicionantes de ninguna naturaleza. Esto ha sucedido desde que existen historiadores.

Lamentablemente, uno de los sectores donde más percibo la falta de libertad que existe en los historiadores es el mundo académico en general y el universitario, en particular. Creo que el modelo universitario en algunas de las facultades de Historia está enfermo, debido a su propio sistema de organización, porque quienes trabajan en algunas instituciones universitarias, especialmente públicas, suelen o deben alinearse con una ideología marcada en sus diferentes departamentos, bien para congraciarse con sus compañeros como para integrarse en las líneas de investigación y no son libres para elegir o desentonar con lo ya establecido. En muchos departamentos universitarios de historia son especialmente patentes los intereses creados, casi nadie quiere quedarse fuera ni caer en desgracia ¡con lo difícil que ha sido conseguir una plaza!

¿Es posible que en un departamento universitario donde exista una escala profesional rígidamente marcada y a la que se asciende por la construcción de la propia producción científica, sea posible contradecir a quienes se encuentran profesionalmente situados por encima, aunque se tenga evidencia de que sus trabajos presentan graves errores de método e interpretación, presenten manipulaciones y estén equivocados? Sería como cavar la propia tumba y sepultar las aspiraciones a ascender, algo a lo que muy pocos están dispuestos a renunciar y esta falta de libertad condiciona la producción académica no solamente personal, sino la de la institución que representa. ¿Quién estaría dispuesto a dirigir una tesis doctoral a un doctorando que mantenga una línea disonante con su propia obra y trayectoria, demostrando los errores o manipulaciones de su director de tesis? ¿Cuántas personas renuncian a continuar su tesis doctoral o buscan hacerlo bajo otra dirección por no estar de acuerdo con las directrices impuestas por su tutor? 

Las manipulaciones históricas se han debido también a intereses de tipo social. Por poner un ejemplo reciente, en los últimos años y especialmente en los países Iberoamericanos se han dado graves manipulaciones en la historia de muchas familias, en las que ha habido miembros que han tratado de demostrar -mediante falsificaciones de sus documentos familiares- que descienden de judíos, con el propósito de conseguir un pasaporte español o portugués. Se da la paradoja de que en muchos casos, son familias que se enorgullecían anteriormente de tener limpieza de sangre y pretendían con ello situarse en la cima de la escala social de sus países, al no haber tenido antecedentes judíos. Sin embargo, para estas familias tiene ahora más valor un pasaporte que les abra fronteras y múltiples posibilidades en el mundo en el que viven y dejan de lado la vanidad por demostrar la pureza de su linaje que han mantenido a lo largo de muchos siglos. Y ¡cuántos historiadores sin escrúpulos se han prestado a este juego a cambio de una importante cantidad de dinero! Ya lo dijo Francisco de Quevedo:

"Madre, yo al oro me humillo / él es mi amante y mi amado / pues de puro enamorado / de continuo anda amarillo; / que pues doblón o sencillo / hace todo cuanto quiero, / poderoso caballero / es don Dinero.

En algunas ocasiones he mostrado mi afición a la lectura de la Nueva Revista de política, cultura y arte, publicada por Unir. En un ejemplar pasado -el nº 178, del año 2021- se encuentra un interesante artículo del sociólogo Emilio Lamo de Espinosa, titulado: "España, México y la Leyenda Negra", en el que el autor reflexiona sobre los conceptos de memoria e historia, tomando como referencia el libro publicado junto a él, como coordinador, por seis investigadores españoles y mexicanos titulado "La disputa del pasado. España, México y la leyenda negra", que fue publicado por Turner en ese mismo año.

En esta obra se presenta una crítica a la manipulación de los estudios históricos desde el poder, que vienen cargados de ideología y totalitarismo, siendo una muestra de cómo la producción histórica puede construirse sin Libertad. En España venimos soportando este tipo de manipulación desde los gobiernos que tratan de otorgar a la memoria un papel que no debe ni puede tener en la reconstrucción histórica, porque la memoria es, como dice el autor "individual y personal, es subjetiva y particular [...]. Es también mi mirada contra la tuya y, en ese juego de espejos, ¿cuál es más creíble, más respetable? La historia es (o debe ser) lo contrario: objetiva, rigurosa, impersonal, universal. No mi historia, sino la historia". Por ello, concluye el autor, ni la memoria ni la historia pueden ser objeto de legislación o mandato en sociedades libres y no se puede mandatar lo que debemos recordar ni menos aún legislar sobre lo que es verdadero o falso. Los políticos, de uno u otro signo, deberían retirar sus manos de estas materias ya que su intervención, siempre interesada, lo enturbia todo: la memoria, la historia y posteriormente la convivencia.

Hace pocos días, realicé en el Club Mirasierra de Madrid una nueva presentación de mi obra "Mariana de Neoburgo. El exilio de la reina viuda de Carlos II", ante un extraordinario y encantador grupo de personas que conformaban un Club de Lectura y que, por primera vez, habían leído una obra de historia para comentarla en el marco de sus reuniones, ya que eran principalmente lectores de novela. Una buena parte de mi intervención giró alrededor del tema de la falta de libertad que percibo en una gran parte de los historiadores en el ejercicio de su profesión y recomendaba que, antes de leer una obra de historia se estudiara quien la había escrito, se conociera su biografía, cuál había sido su obra previa y cuáles eran sus intereses, ya que solamente conociendo la personalidad del historiador pueden entenderse cuáles son sus intenciones y ser más crítico con las obras que presenta.