Cualquier historiador y divulgador de la Historia tiene la obligación de dejar de lado las pasiones nacionalistas y presentar los hechos y los personajes históricos de una manera objetiva, analizándolos desde diferentes perspectivas y dentro de un detallado contexto histórico y no solamente desde una única posición, que es la que interesa a quien así actúa. Sin embargo, lo que suele mostrarse en artículos periodísticos, obras históricas y literarias, programas de televisión y radio, opiniones y declaraciones vertidas en redes sociales y conferencias se encuentra, en muchas ocasiones, muy lejos de la verdadera Historia, por ser personajes y hechos manipulados a la medida de los interesados.
Existen incluso, partidos políticos que se han apropiado de determinada figura histórica y de hechos históricos para transmitir a la sociedad cuáles son sus principios partidistas. Uno de los ejemplos más claros de los últimos años ha sido Blas de Lezo y su victoria en la Batalla de Cartagena de Indias, tratando de destruir a personajes históricos de la talla del virrey Eslava o del almirante Vernon y queriendo, en todos los casos, denostar a los británicos. Más recientemente asistimos a una titánica y ya insoportable lucha emprendida por algunos contra la que fue y consideran que sigue siendo la Leyenda Negra contra España y en los últimos tiempos una desmedida defensa de Hispanoamérica, que en muchos casos se presenta bastante alejada de la verdadera realidad de lo que fue en la Historia y es hoy en relación a España, incluso desconociendo las diferencias existentes en la actualidad entre los términos "Hispanoamérica" y "Latinoamérica".
En una gran mayoría de los casos a los que me he referido no se recurre a fuentes históricas que puedan ser contrastadas en varias direcciones, sino a fuentes elegidas para apoyar sus afirmaciones rotundamente y en una sola dirección. En otras ocasiones, ni siquiera se recurre a fuentes escritas sino a sentimientos personales y de grupo, pero siempre utilizando una absurda postura victimista de España y de los españoles hacia otras naciones, principalmente Inglaterra, Francia y Holanda. Lo cierto es que la Historia así presentada vende mucho y cualquiera puede comentarla en pocas palabras en cuanto tenga oportunidad de hacerlo en reuniones o corrillos, mientras que la Historia contrastada y analizada en detalle, se consigue solamente a base de muchos conocimientos y estudio, tiempo y esfuerzo, pero no suele ser rentable ni comercial, solamente interesa a unos pocos y frecuentemente se considera aburrida.
El político y autor chileno José Victorino Lastarria Santander (1817-1888), se refirió ya en el siglo XIX a esta práctica tan habitual entre los historiadores y pseudohistoriadores, que lamentablemente continúa estando hoy de plena actualidad:
"La justicia histórica [...] reposa en una condición sustancial, cual es la de colocar hombres y sucesos en su verdadero punto de vista para juzgarlos, sin oscurecer a los unos por iluminar a los otros, y sin atribuir a estos el mérito que a aquellos corresponde. Así se aquilata mejor la verdadera gloria y cuando realmente la tiene un nombre ilustre[...], no se necesita para que irradie más, eclipsar la de otros, ni mucho menos despojar a nadie de la suya.
Cuando se llena aquella condición de la justicia histórica con buena fe y noble imparcialidad, la crítica tiene una base segura; y entonces es fácil notar los juicios extraviados que emite el historiador obedeciendo a preocupaciones o a un criterio apasionado. Solo pueden faltar a tal condición los que toman el disfraz de historiadores para servir un interés de secta o de facción política [...]".