9 de marzo de 2019

Onomatología

Hoy he encontrado un nuevo tesoro en una librería de libros antiguos, que pasará a la sección de "curiosidades" de mi biblioteca. Se trata de la obra de Albert de Rochetal que anunciaba la Onomatología como una nueva ciencia y que fue titulada Le caractère par le prénom, (París, ed. Montaigne, s.d.), publicada por primera vez en 1908 y que, según su autor, contiene la lista de nombres comunes con las cualidades y defectos que imponen a quienes los llevan. El prefacio de su obra comienza del siguiente modo: "Je vais faire connaître aujourd'hui une science extraordinaire, fruit de vingt années d'études et d'observations: l'Onomatologie" ("Voy a dar a conocer hoy una ciencia extraordinaria, fruto de veinte años de estudios y de observaciones: la Onomatología"). 

De esta manera el autor se atribuyó a sí mismo nada menos que el descubrimiento de la Onomatología. Según Rochetal, la Onomatología se basa en el principio de que el nombre propio dado al recién nacido y que es llevado por él a lo largo de toda su vida, le imprime gustos y pasiones, determinado temperamento y un conjunto de cualidades y defectos que son difíciles de corregir. Por lo tanto, se puede tener una persona de buen o de mal carácter, dándole un nombre propio que sea bueno o malo.

Rochetal, que era grafólogo de profesión, insistía en que la Onomatología era una ciencia sin precedentes y era nueva totalmente por su teoría, ya que nadie anteriormente a él había supuesto que el nombre propio fuera la causa del carácter bueno o malo de cada persona. Sus teorías habían llegado a ser demostradas y a agrupar coincidencias numerosas a partir de las cuales llegó a tener pruebas morales, materiales y evidentes. Por ello, dedica un apartado a las Reglas Onomatológicas en ocho puntos y establece la influencia de la madre antes del bautismo, las características y significados de los nombres; los nombres según las razas, naciones y profesiones, la fatalidad que pesa sobre algunos nombres y trata otros aspectos sobre esta ciencia. Se presenta, posteriormente, una lista alfabética de nombres propios tanto masculinos como femeninos desde Abel hasta Zoé, con las características atribuibles a cada uno de ellos, para que pueda realizarse una buena elección a la hora de dar nombre al recién nacido.

Sin embargo, dos años antes, en 1906 había sido publicado por el sociólogo chileno Valentín Letelier Madariaga, el Ensayo de Onomatología o estudio de los nombres propios y hereditarios. Letelier era profesor de Derecho Administrativo en la Universidad Nacional de Chile y fiscal de la Corte de Cuentas y su importante obra fue publicada en Madrid (Librería de Victoriano Suárez) y Santiago de Chile (Librería Inglesa de Hume & Cia.). Su prólogo se inicia recordando que los nombres propios y los apellidos habían sido objeto de interesantes estudios desde hacía más de veinte siglos y habían sido estudiados desde el punto de vista de la etimología, la gramática, la filología, el derecho y la filosofía desde la época de Platón. Su principal propósito en su Ensayo de Onomatología fue demostrar que la institución de los nombres propios y los hereditarios se había formado de modo espontáneo debido al desarrollo espontáneo general de la sociedad.

Dejando de lado las conclusiones a las que cada uno de nosotros podemos llegar sobre la obra de Albert de Rochetal y especialmente después de ser comparada con la obra del erudito e insigne sociólogo Valentín Letelier, nos encontramos ante un librito realmente curioso, poco conocido y que merece ser consultado. Afortunadamente, la Biblioteca numérica Gallica, disponibiliza un ejemplar de la edición de Rochetal de 1908, para que pueda ser leída íntegramente por cualquier interesado, en el siguiente enlace.

La obra de Letelier puede igualmente ser leída en The Internet Archive en el siguiente enlace.